Lecciones de vuelo con Mathias Rust (Migala)
La confianza y la sinceridad son dos armas de doble filo, e incluso, profundizando un poco más, se puede decir que el filo negativo es bastante más pronunciado que el positivo. Si algo es cierto, es que ambas deben ser bidireccionales, darse en ambos sentidos dentro de una relación para que realmente esta funcione bien.
Ayer me llamaron injusto. Y por unas horas me he sentido totalmente culpable de cierta situación. De hecho, es justo reconocer que he sido parte importante a la hora de causar un desaguisado tremendo. Hoy, ya en frío y analizando los hechos al detalle, no podía evitar que la dichosa palabra me martillease: “Injusto, injusto,...”. Hasta que me ha venido a la mente una escena, donde la otra parte de esta maltrecha relación se despachaba bien agusto conmigo, poniéndome de vuelta y media en una situación, incluso menos determinante para el buen discurrir de nuestra amistad. Injusto yo...? seguramente en esta ocasión sí, pero de vez en cuando conviene mirar también un poquito hacia adentro y ser consecuente con lo que se dice o se hace...No puede ser que tengas un arrebato de sinceridad y le sueltes a una persona todo lo que se te ocurra, y luego no estés dispuesto a ser receptor del mismo trato...
Es algo muy triste porque se trata de una persona muy, muy especial, sin duda una de las más especiales que ha pasado por mi vida y siento que todo se pierde por momentos, si es que no ha pasado ya...
Todo esto me quita las ganas de contar lo que fue un fin de semana que se presentaba casi antológico y resultó ser casi penoso, pero como ya digo, no es algo de lo que me apetezca mucho hablar.
Al menos apareció Carla, alegre como siempre, y pronunció las palabras más bonitas que he escuchado en mucho tiempo. Palabras que actúan como bálsamo reparador, y que hacen que al fin y al cabo, hoy me haya levantado esbozando una sonrisa capaz de hacerme olvidar todo lo anterior...
Y es que, a mi edad, aun sigo recibiendo lecciones de vuelo con Mathias Rust, en contacto permanente con el peligro e irremisiblemente abocado hacia un final fatal...
Ayer me llamaron injusto. Y por unas horas me he sentido totalmente culpable de cierta situación. De hecho, es justo reconocer que he sido parte importante a la hora de causar un desaguisado tremendo. Hoy, ya en frío y analizando los hechos al detalle, no podía evitar que la dichosa palabra me martillease: “Injusto, injusto,...”. Hasta que me ha venido a la mente una escena, donde la otra parte de esta maltrecha relación se despachaba bien agusto conmigo, poniéndome de vuelta y media en una situación, incluso menos determinante para el buen discurrir de nuestra amistad. Injusto yo...? seguramente en esta ocasión sí, pero de vez en cuando conviene mirar también un poquito hacia adentro y ser consecuente con lo que se dice o se hace...No puede ser que tengas un arrebato de sinceridad y le sueltes a una persona todo lo que se te ocurra, y luego no estés dispuesto a ser receptor del mismo trato...
Es algo muy triste porque se trata de una persona muy, muy especial, sin duda una de las más especiales que ha pasado por mi vida y siento que todo se pierde por momentos, si es que no ha pasado ya...
Todo esto me quita las ganas de contar lo que fue un fin de semana que se presentaba casi antológico y resultó ser casi penoso, pero como ya digo, no es algo de lo que me apetezca mucho hablar.
Al menos apareció Carla, alegre como siempre, y pronunció las palabras más bonitas que he escuchado en mucho tiempo. Palabras que actúan como bálsamo reparador, y que hacen que al fin y al cabo, hoy me haya levantado esbozando una sonrisa capaz de hacerme olvidar todo lo anterior...
Y es que, a mi edad, aun sigo recibiendo lecciones de vuelo con Mathias Rust, en contacto permanente con el peligro e irremisiblemente abocado hacia un final fatal...
2 comentarios
Anónimo -
SANTABARBIE -